El fin del mundo, llegó…
Iris Zamora [email protected] | Lunes 02 octubre, 2017
El fin del mundo, llegó…
Lo más simpático del anuncio apocalíptico que se viralizó en redes, fue fijar la fecha en que el mundo se acabaría; a no ser claro está, que estemos muertos, o al menos yo, y funcione en algún “universo paralelo”. De ser así, qué tontería el gasto de energía en construir ese universo, para repetir las mismas babosadas… Me gustaría vivir en un Universo, en donde yo fuese más amorosa, estuviese alineada con las mentes lúcidas e iluminadas que abundan, aún en el mundo del que vengo.
Como parece que no morí; mi familia, amigos, vecinos y desconocidos estamos aún en esta misma tierra cuya vida se estima, apareció poco más, mucho más que hace 3.700 millones de años, seguramente de un microorganismo que evolucionó, hasta llegar hoy a la equivocación que somos, perdón, al extraordinario ser vivo que somos, lo bueno es que aún tenemos la oportunidad de hacer mejor las cosas.
Lo real es que asistimos al final de una cultura, una sociedad que se agotó en el individuo y da paso a un ser humano que está en construcción, con el otro, y desde el otro. Más persona, más integral. Mente, alma, espíritu y cuerpo físico como un todo.
Los signos son evidentes. La medicina alopática convive, y, a pesar de algunos ortodoxos, con otras formas de sanación, exitosas y menos invasivas, en el tratamiento de enfermedades crónicas, o algunas otras más dramáticas. Actualmente comprendemos que necesitamos sanar desactivando las causas de la pérdida de la salud, no solo aliviar u ocultar con un fármaco, la raíz de nuestra enfermedad. La exigencia es sanar. Prolongar la vida con calidad. La curación basada en la terapia química-farmacéutica, ya no reina en solitario.
El capitalismo que sacó de la pobreza a millones de habitantes del planeta, que también trajo consigo la desigualdad y la exclusión de enormes mayorías, cuyo buque insignia es la competencia, también convive con otras formas de economía, lo que el Dr. Leiner Vargas llama la economía colaborativa.
Cada vez más los deportes de conjunto sustituyen a los grandes y maravillosos atletas que se ceñían la corona en solitario. Ser parte del equipo es un signo del cambio que vivimos como sociedad, como empresa, como institución, como familia… La inclusión se convirtió en un imperativo ético. Se asegura el éxito, si abandonamos la fría jerarquía, el poder individual para compartir tareas, incluido el poder.
El petróleo, las energías producidas con hidrocarburos, el carbón, la misma energía nuclear se volvió insostenible. Descubrimos que el calentamiento del planeta es una realidad aun cuando gobernantes e industriales lo nieguen. La irrupción, no repentina de energías limpias, como una respuesta para bajar las emisiones de carbono, está provocando una verdadera revolución en el transporte y otras industrias. Nadie podrá detener esa realidad.
Las naciones más vigorosas utilizan la consulta popular, y la verdadera austeridad de la clase que gobierna como el ejercicio más auténtico del Poder. La aparición de nuevos liderazgos que inspiran, más que promueven la veneración a la “autoridad”, son signos evidentes de los cambios en la manera de conducir pueblos. Los gobiernos autocráticos, aun cuando están presentes, cada vez son vistos con menos complacencia. Las monarquías, los califatos, los emperadores, son hoy solo un viejo modelo, de un mundo que se extingue irremediablemente luego de la Revolución Francesa, que la nostalgia sostiene porque sí.
Aun las democracias más modernas, en las Américas por ejemplo, son cuestionadas por sus formas y sus instituciones poco inclusivas y horizontales… En Estados Unidos de América, se cuestionan a sí mismos el modelo electoral, que no refleja la voluntad del voto ciudadano.
Todo está en permanente cambio, porque nada permanece, ni nada es estático. Quizá lo único sean, nuestras creencias basadas en el miedo.
Las campañas electorales siendo un momento en el que nos podemos atrever a promover el cambio, reflejan lo contrario, el miedo inevitable al cambio. No es “culpa” de los candidatos, ni de los vilipendiados partidos políticos, la responsabilidad es nuestra. Ellos, los políticos, son reflejo de lo que usted y yo somos. No son de Plutón o Venus… son ticos.
Sea que vayamos o no al funeral de las viejas formas, del viejo método, o el viejo discurso, el viejo modelo, o la vieja manera de hacer las cosas, aun llevando los mejores trajes para la ocasión, el llanto del recién nacido terminará anunciando al ser humano nuevo… Como dice el Ing. Rolando Araya: “hay un Mundo que nace”.
Un Mundo nuevo está pariéndose, con usted y conmigo, o sin usted y sin mí…
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