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Para opinar y actuar, pensar

Silvia Castro [email protected] | Lunes 25 enero, 2016


 Reconstruimos nuestra versión del pasado utilizando información actual, por el sesgo de retrospectiva, y revolvemos nuestros recuerdos con la imaginación debido al sesgo de fabulación

Para opinar y actuar, pensar

Las personas sistemáticamente cometemos errores de pensamiento, como resultado de una necesidad evolutiva: siempre hemos requerido tomar decisiones rápidamente, con poca información, ante ciertos estímulos que requieren acciones inmediatas. No es que el cerebro funcione mal; más bien procesamos mucha información mediante la intuición y la prueba y error. Ciertamente los humanos no habríamos sobrevivido durante siglos si hubiéramos optado por sentarnos a reflexionar sobre las intenciones de los depredadores enormes que nos acechaban en las sabanas africanas. Sin embargo, frecuentemente nos equivocamos en nuestras decisiones por utilizar estos atajos mentales, o sesgos cognitivos.
La psicología cognitiva se ha dedicado a estudiar y clasificar los sesgos cognitivos, interpretaciones ilógicas que se generan al dar demasiada, o muy poca importancia, a algunos aspectos.
Debido al sesgo de supervivencia, por ejemplo, sobrestimamos nuestras probabilidades de tener éxito. Este sesgo nos conduce a adoptar creencias excesivamente optimistas e ignoramos los fracasos. Cuando queremos ser superestrellas —músicos, cantantes o actores— vemos a miles de artistas triunfando. Preferimos ignorar las historias de los millones que no lo lograron.
Otro ejemplo es el sesgo de confirmación. Solo escuchamos lo que queremos escuchar, y no precisamente lo que ocupamos escuchar. Aceptamos las ideas de otros siempre y cuando confirmen nuestras creencias, sin solicitar evidencias o pruebas, pero desconfiamos de las ideas contrarias, aunque vengan bien sustentadas.
Por el sesgo de ilusión en serie, vemos patrones donde no los hay. Por el de correlación ilusoria, relacionamos hechos que no están relacionados. Nos cuesta mucho creer en coincidencias o eventos aleatorios. Si oímos un ruido en el garaje, suponemos que es un maleante, pero nunca el viento. No debemos equivocarnos por un exceso de confianza, es cierto, pero tampoco podemos pasar por la vida asumiendo que existen fenómenos que no existen, o asumir que los acontecimientos se producen por causas ajenas a las verdaderas.
Somos observadores selectivos. Decidimos un día sonreír a todo el mundo y pasamos todo el día fijándonos en quién nos sonrió de vuelta. Nos autojustificamos: no teníamos por qué comprarnos otro reloj, pero para paliar nuestro remordimiento, racionalizamos nuestra decisión: decimos, “me lo merezco”.
Reconstruimos nuestra versión del pasado utilizando información actual, por el sesgo de retrospectiva, y revolvemos nuestros recuerdos con la imaginación debido al sesgo de fabulación. Creemos que podemos controlar o influir sobre hechos incontrolables, en una ilusión de control, y creemos que la gente se merece lo que tiene, debido a un sesgo denominado “fenómeno del mundo justo”.
La lista de sesgos es exhaustiva. El mejor remedio para no equivocarse al pensar es recobrar nuestro escepticismo y moderar nuestros impulsos de opinar sin reflexionar y de actuar sin pensar.

Silvia Castro
Rectora de Ulacit

 

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