Nos guste o no, hay que decidir, entre José María Figueres y Rodrigo Chaves Robles, quién será el Símbolo Patrio de los próximos cuatro años
Vladimir de la Cruz [email protected] | Miércoles 30 marzo, 2022
El próximo domingo nos toca a todos los ciudadanos, a todos los electores, decidir entre José María Figueres y Rodrigo Chaves Robles quien será el próximo Presidente de la República, nos gusten o no estos candidatos y ellos como personas.
No todos los ciudadanos participan con conciencia de la importancia de esta decisión, en el significado que cada uno de estos candidatos representa, expresa, o puede tener para que dirija los destinos del país, desde el Poder Ejecutivo, desde los Ministerios y desde las Juntas Directivas, de las Instituciones públicas, donde se hacen presentes con los nombramientos que les corresponde realizar, donde teóricamente impulsarán de acuerdo a los criterios de dirección que impulse el propio Presidente, de conformidad a lo que ofreció en la campaña electoral al Plan de Gobierno, que por primera vez, puede en algo manifestarse, el mismo mes de mayo, desde que asumen los puestos de dirección del país, del Estado y de la Administración Pública.
Esta es la cuarta vez que se procede a realizar una segunda ronda electoral para escoger al ganador de un proceso electoral nacional. La primera fue en las elecciones del 2002, entre Abel Pacheco y Rolando Araya, la segunda en el 2014, entre Luis Guillermo Solís y Johnny Araya, la tercera en el 2018, entre Fabricio Alvarado y Carlos Alvarado, y, ahora, en el 2022, entre José María Figueres y Rodrigo Chaves.
Pareciera que este camino de las segundas rondas llegaron para quedarse, lo que dependerá casi siempre, del buen gobierno y de la cultura política desarrollada que preceda a unas elecciones.
La primera vez que se hizo la segunda ronda no fue nada escalofriante, entre Abel Pacheco y Rolando Araya; fue sorpresiva por ser la primera.
La segunda, fue insólita cuando frente a Luis Guillermo Solís, un ex Secretario General del Partido Liberación Nacional, Johnny Araya públicamente se retiró, formalmente, de su candidatura, lo que legalmente no podía, dejando tirado al Partido Liberación Nacional, y a sus electores, que aún en su ausencia llegaron a votarle.
La tercera fue dramática y tensa por las circunstancias que la rodearon, Fabricio Alvarado ganador de la primera vuelta, con el tema de fondo relacionado con Derechos Humanos y el ultra fanatismo religioso a punto de instalarse en Zapote y, Carlos Alvarado, en segundo lugar, recibiendo un apoyo de sectores sociales, particularmente jóvenes, que terminaron imponiéndose, para salvaguardar el escenario de los Derechos Humanos que se veían amenazados.
Esta cuarta, entre José María Figueres y Rodrigo Chaves, nos coloca en un escenario decepcionante y tenebroso. Decepcionante por la ausencia de grandes temas, porque en la imagen nacional, e internacional, se tiene una disputa, que surge de 25 candidaturas, donde dos de ellas se ubican entre el centro derecha y la derecha, escenario que no se ha dado en ninguna parte del continente, donde se han discutido elecciones presidenciales entre dos finalistas. Tenebroso porque Chaves, con sus posturas y planteamientos amenaza la estabilidad política y democrática, provoca una situación de alta volatilidad, en escenario de conflictos sociales, y de enfrentamientos abiertos con diferentes sectores de la vida política, económica, social, académica y de los propios medios de comunicación.
Esto es lo que ha quedado reflejado del resultado electoral de febrero pasado, que se define el próximo domingo.
Aun así, el escenario electoral, del domingo tiene actores que convocan a no participar en el drama, que puede tener un final trágico para los costarricenses.
El derecho al sufragio supone la participación activa en la toma de decisiones, que por elecciones se realizan, para nombrar los representante populares que expresan el poder soberano de los ciudadanos. Negarse a ejercer el voto es asumir que quienes realizan el sufragio lo hacen también por quien se niega a participar y votar. El abstencionista de urna, el que no se presenta, es el que es representado por los que votan. No tiene derecho después de quejarse de un mal gobernante o de las políticas que impulsa. Sin posibilidad de escoger el candidato que desearía tiene al menos, si votara, el derecho de exigir y de criticar lo que no le gusta de la acción de gobierno. En la práctica quien no ejerce su derecho de voto en esta oportunidad arriesga su comodidad y existencia social. Si los electores no se hubieran movilizado a votar por Carlos Alvarado estaríamos, sin lugar a dudas, bajo políticas gobiernistas y públicas contrarias y restrictivas a los Derechos Humanos, se hubiera producido un retroceso político en el país de incalculables consecuencias. Con Rodrigo Chaves podría suceder un escenario parecido.
En términos de partidos políticos que participan en las segundas rondas, tenemos que en la primera fueron el Partido Liberación Nacional y la Unidad Social Cristiana, los dos partidos históricos que habían venido gobernando el Poder Ejecutivo desde 1953. En la segunda, la Unidad Social Cristiana quedó desplazada de participar dándole campo al Partido Acción Ciudadana, que disputó el Poder Ejecutivo con Liberación Nacional, donde emergió Acción Ciudadana como partido gobernante. En la tercera, sorpresivamente el Partido Acción Ciudadana se mantuvo como partido gobernante, frente al emergente partido Restauración Nacional, dejando por fuera, de ser finalistas, a la Unidad Social Cristiana, nuevamente, y a Liberación Nacional, un golpe muy fuerte contra el bipartidismo histórico de partidos gobernantes que estos partidos habían tenido. En esta cuarta, segunda ronda, Liberación Nacional rescata su papel de partido político finalista para disputar el dominio del Poder Ejecutivo, frente a un partido totalmente emergente, nuevo, y prácticamente improvisado, a última hora, el Partido Progreso Social Democrático.
Como candidatos en estas rondas tuvimos en la primera a dos bien conocidos políticos, Abel Pacheco y Rolando Araya; en la segunda dos activistas políticos conocidos, Luis Guillermo Solís y Johnny Araya; en la tercera, dos candidatos, Fabricio Alvarado y Carlos Alvarado, con poca experiencia política cada uno, y en esta cuarta, tenemos un político, José María Figueres, con amplia experiencia de vida política y de ejercicio de puestos públicos, Ministro y Presidente de la República, activista partidario, y otro, Rodrigo Chaves, sin ninguna experiencia política ni en ejercicio de cargos de Gobierno, ni de partidos políticos, ambos con una rica experiencia en organismos internacionales, uno de ellos, Rodrigo Chaves, cuestionado y sancionado en esos organismos por acoso y hostigamiento sexual con funcionarias.
El Partido Acción Ciudadana, en las elecciones del 2014 eligió 14 diputados, en la del 2018 eligió 10, en la del 2022 no eligió ninguno. El Partido Liberación Nacional en todas estas elecciones desde el 2006 ha mantenido la fracción legislativa mayoritaria, la más grande, que no ha bajado de 16 diputados.
El Partido Progreso Social Democrático, en ésta, su primera participación, eligió 10 diputados, igual cantidad que el gobierno de Carlos Alvarado mientras Liberación Nacional eligió 18, lo que significa para ambos candidatos su músculo político legislativo en caso de que ganen la Presidencia de la República.
Desde el punto de vista de cantones gobernados por alcaldes, desde el 2006, Liberación Nacional ha tenido 49 de 82, mientras que el Partido Progreso Social Democrático no tiene una sola Alcaldía, lo que evidencia, para Liberación Nacional, una proyección y presencia territorial mucho más grande, lo que resulta, de su larga trayectoria histórica, de 71 años, y de nueve gobiernos bajo su poder, de 17 que han habido desde 1953.
En urna, quien vota nulo o en blanco, ejerce su voto manifestando su inconformidad con los partidos y candidatos propuestos. En difícil entender que con 25 candidatos en febrero se produzcan esas indecisiones. Y más complejo comprender y decidir para muchos de los votantes entre las dos opciones que hay para el próximo domingo. Pero, hay que decidir cuál de estas opciones puede ser mejor para el Gobierno, para el país y para los ciudadanos. Este punto no puede eludirse, sobre todo para quienes han participado activamente de la vida política, para quienes tienen conciencia clara de la lucha política y del progreso social.
La elección del domingo va a producir un resultado, va a sacar un ganador, que será el próximo Presidente de la República, por los próximos cuatro años. Será quien represente al país en foros internacionales, será quien defina la política internacional y exterior de Costa Rica, para todos los efectos será la cara pública del país y del pueblo costarricense.
El puesto de Presidente es el más alto cargo que se puede ostentar, desde el punto de vista político nacional; es un honor para quien lo tiene y es enorme la responsabilidad de ejercerlo. En él se representa toda la ciudadanía, todo el pueblo electoral, una vez que asume el cargo de Presidente, en tanto representa a toda la Nación costarricense, no así los diputados que representan a sus propios electores, de sus respectivos partidos políticos nacionales o provinciales.
El Presidente, en su investidura, nos recuerda cotidianamente la Independencia de la Nación costarricense, la Soberanía popular que en su figura se encarna, como receptor y representante supremo de la voluntad del pueblo, en el Poder Ejecutivo, representa igualmente el conjunto de instituciones y empresas públicas de todo el engranaje estatal y de la Administración Pública costarricense.
Por ello el Presidente de la República es como un Símbolo Patrio, al que se le deben guardar todos los respetos que el Protocolo exige para estos símbolos, y para las figuras, o personas, que los representan y ejercen, en el momento de desempeñarlo.
En Costa Rica, quizá por la tradición democrática pacifista, que hemos cultivado históricamente, ausente de militares gobernantes, de prácticas militares odiosas, de militarismo autoritario institucional, de dictaduras y tiranías, porque los presidentes son de tipo civil, porque en sus prácticas políticas electorales desarrollan cercanía directa con los electores, los ciudadanos, y las personas en general, y porque en su vida civil ordinaria, como personas y como políticos, aún activos, se desplazan sin seguridades odiosas, o distantes de la gente, ha hecho que las personas, más que democratizadas en su relación con el Mandatario, se consideran igualadas con él.
Sin embargo, de los dos candidatos del domingo, Rodrigo Chaves ha reiterado en su campaña, en sus discursos e intervenciones, una actuación suya, como Presidente, si llegara a serlo, de carácter autoritario, casi despótico o tiránico, irrespetuoso de la institucionalidad democrática existente por el Estado de Derecho, y por el Estado Social de Derecho que hemos desarrollado.
En Costa Rica, por la tradición democrática, pacifista, es usual que los Presidentes se desplacen a atender actos o compromisos sin mayor seguridad, y que cuando llegan a su destino rompan todo tipo de barrera protocolaria y de seguridad, y se trasladen, aunque sea pocos metros sin escoltas, de manera directa y que, de esa misma forma, con la seguridad con que actuamos todos los costarricenses, nos acerquemos a las personas que están a la espera del Presidente, o que son sorprendidas por su presencia, para saludarlas de manera afectuosa, aunque sea protocolaria la relación, y hasta se detenga el Presidente a firmar autógrafo cuando se lo piden, o dejarse retratar o tomarse hasta un selfie, a petición de parte. Esto es parte de la vida democrática nacional, que nos enorgullece, pero que también nos distingue de otros países cercanos y lejanos.
En la noticia destaca muchas veces esta cordialidad, familiaridad, seguridad, con que el Presidente se desplaza, y es, y debe ser, más noticia el respeto que se le brinda en su paso, cuando va desprotegido de escoltas.
Sinceramente. No veo a Rodrigo Chaves en este papel, porque se presenta de manera prepotente, arrogante, poco humilde, como se dice popularmente, se le suben los humos a la cabeza.
Esta segunda ronda, la del domingo, es para todos los efectos, más importante y decisiva que la del 2018. Aquí se juegan más proyecciones del país y el conjunto de toda la institucionalidad democrática hasta ahora lograda.
Como costarricenses debemos velar también que ese Símbolo Patrio, que significa la figura del Presidente de la República, sea, tenga y ostente, la mejor representación posible.
Es el pueblo costarricense el que se estará reflejando y representando en la figura del próximo Presidente de la República.
El domingo no se elige un mamarracho ni una caricatura presidencial, se escoge el Presidente de Costa Rica.
Hay que salir e ir a votar. Hay que pensar en la mejor opción de las que existen para el momento actual, de ahora, y de los próximos cuatro años, que mejor nos merecemos.
No votar es facilitar la posibilidad de mamarrachear la vida política nacional y bufonear el ejercicio de la Presidencia.
La Presidencia de la República es también una figura de prestancia, señorío, dignidad, excelencia, de calidad superior. No permitamos que con nuestro voto se deteriore.
Votando no se renuncia a ninguna agenda de lucha y de movilización popular. Votando no se renuncia a ideas ni a planteamientos políticos e ideológicos. Votando se afirma la voluntad de lucha de los ciudadanos, de apoyar lo que corresponda apoyar de un gobierno y de criticar lo que corresponda criticar. Votando se fortalecen y consolidan los derechos de agitación, movilización y organización popular, de fortalecer los estados de conciencia de los ciudadanos.
Gane quien gane las luchas populares se van a mantener, pero dependiendo quien gane también se puede lograr más en esas luchas y diálogos nacionales que puedan establecerse por parte de los sectores organizados con el próximo Presidente.
Las elecciones son un estado de la conciencia ciudadana. Muestre la suya. ¡Hágala valer!
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