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En control de las emociones

Mónica Araya [email protected] | Martes 21 octubre, 2014


Cuando las cosas no salen como queremos y dispusimos en nuestra mente, la ira, el enojo, la frustración son los primeros sentimientos que florecen


En control de las emociones

Es increíble como cada uno de nosotros (consciente o inconscientemente) queremos tener control de todo. Tener control sobre todo lo que pasa a nuestro alrededor, el cómo, el quién, cuándo y dónde.
Por supuesto eso no es posible y cuando las cosas no salen como queremos y dispusimos en nuestra mente, la ira, el enojo, la frustración son los primeros sentimientos que florecen.
Últimamente he leído cómo ha venido poniéndose de moda en el sector empresarial este termino, “control de emociones”; hasta expertos en el tema como “coaches”, psicólogos y otros profesionales muy renombrados han venido surgiendo en los últimos años.
Me surgen algunas preguntas:
¿Es esto una moda?, ¿es aplicable solo a la vida empresarial?
• Todos somos animales emocionales, unos más que otros, sin importar el género.
• Las emociones por sí mismas no son buenas o malas. Lo malo es cuando las emociones nos controlan.
• Las emociones nunca se van a ir, pero puede trabajar en controlarlas.
¿Cuántas veces no ha querido dejar de sentirse enojado, ofendido, deprimido o frustrado?
Muchas veces sin que nada a nuestro alrededor haya cambiado, nuestras emociones sí lo hacen. Nos acostamos frustrados y con solo descansar un poco, despertamos optimistas con el nuevo día.
Lo interesante de analizar es que nada externo pasó desde que se acostó hasta que se levantó. ¡Solo durmió!
El control propio no es una moda o necesidad de los tiempos modernos y se lo pruebo con dos de muchos versículos del libro más antiguo, que se supone leemos y entendemos, pero pocos practicamos sus enseñanzas con perseverancia:
2 Timoteo 1:07 NVI: “Porque Dios nos ha dado un espíritu no de miedo, sino de poder, de amor y de dominio propio”.
Proverbios 25:28 NVI: “Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda”.
Con esto también respondo a mi pregunta si esto es aplicable solo a un campo de la vida, cuando en realidad aplica a cada momento, a cada relación y en especial con nosotros mismos.
Muchos solo se aman a sí mismos y usan el poder para controlar a los demás.
Otros ni siquiera se aman a sí mismos, cómo van a amar a otros y menos a tener control propio. Bajo esas circunstancias el poder se lo entregaron al enemigo…
Seguimos pensando que el centro de toda sociedad es la familia, pero nuestra sociedad está descompuesta, como reflejo de la descomposición de la familia. El “yo” o es demasiado importante que está por encima de “TODO” o no existe y es un número más en una ecuación económica.
¿Dónde están nuestros principios, cuál es el compromiso consistente con esos principios y quién nos los dicta? Nosotros o Dios. Soy yo, la economía, la familia el centro de mi vida o lo son mis emociones?
Nos estamos equivocando de camino. ¿Dónde está nuestra humildad y por qué no buscamos donde ya sabemos que están las respuestas a estas interrogantes…?
Como dice el refrán: “¡No hay peor sordo, que quien no quiere oír; o ciego, que no quiera ver!

Mónica Araya E.

Empresaria

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