Automatizados
Marcello Pignataro [email protected] | Lunes 03 marzo, 2008

Marcello Pignataro

Bien que mal aquí seguimos, ¿o no?
Conforme nos acercamos más y más al “Yo, robot” de Asimov surgen algunas preguntas interesantes con respecto a este proyecto. La primera —creo que infaltable para los costarricenses— es: ¿a quién le aplaudiríamos cuando el avión aterrice? Cierto que se está planeando el avión solo para carga, pero es inevitable pensar que un futuro inmediato tomaría en cuenta a la aviación comercial.
Otra pregunta que puede surgir es: ¿quién nos da la bienvenida cuando vamos a despegar? Actualmente escuchamos “Les habla el piloto Fulano de Tal…”. ¿Nos tocará entonces algo como: “Esta es la versión 5.0 de Aerovuelos Tecnológicos —sin Service Pack— programada para llevarlos a ustedes desde San José hasta Miami en un tiempo estimado de 2 horas 30 minutos 15 segundos y 20 centésimas”?
Cada vez los humanos somos menos en este planeta. Y no me refiero a la creciente población mundial, obviamente. Si marcamos un número telefónico —especialmente de alguna empresa— las probabilidades de que nos atienda una persona sin necesidad de digitar el cero, son prácticamente nulas.
Los televisores nos recuerdan cuándo y a qué hora dan nuestro programa favorito y, si no podemos verlo, lo graban. Las refrigeradoras transmiten los pedidos al supermercado —sin considerar el presupuesto familiar— cuando algún comestible se agota. Ni siquiera nuestras casas nos necesitan ya que ellas mismas se pueden encargar de prender y apagar las luces, programar la alarma, encender la televisión y poner la ducha —si es necesario— aunque no haya ni un solo latido dentro de ellas.
Cuando se nos va la electricidad en la oficina nos sentimos total y absolutamente impotentes porque no podemos trabajar. Entiéndase por “trabajar” la acción de revisar el correo electrónico, escribir memoranda y documentos y montar archivos de Excel para analizar financieramente la compañía. Peor aún si la central telefónica depende de las fuentes de poder tradicionales. Es mejor irse para la casa.
Ahora no es ni siquiera necesario saber hacia dónde vamos cuando manejamos. El mismo carro nos dice dónde cruzar, el tiempo estimado según la velocidad a la que circulemos y si hay presas o no. Es posible que pronto nos vayan guiando mientras manejamos (“A la derecha tenemos una impresionante vista del cerro Chirripó” “Estamos pasando cerca de la Reserva Biológica…”). Fascinante.
Nada más espero que alguien logre diseñar un programa que simplemente lea mis pensamientos, los ordene y me escriba mi columna semanal.
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