Réplicas del terremoto
Arturo Jofré [email protected] | Viernes 07 septiembre, 2012
Réplicas del terremoto
Un terremoto como el que vivimos el miércoles en la mañana habría derribado una gran cantidad de edificios, escuelas, casas. Quién sabe cuántos muertos y heridos estaríamos contabilizando ahora, ante la impotencia de hospitales y organismos de emergencia.
Pero no, este terremoto fue benigno en sus consecuencias. No sé si su característica mecedora ayudó a atenuar los efectos, pero lo cierto es que el mundo debe estar extrañado de que un sismo de este nivel haya fracasado en su misión destructiva.
¡¡Asesinos!! era el titular de un periódico turco cuando la gran destrucción de edificios provocada por un terremoto multiplicó considerablemente la cifra de muertos y heridos. ¿Quiénes eran los asesinos? Los ingenieros que no aplicaron las normas antisísmicas, los empresarios que buscando costos más bajos sacrificaron la seguridad de los edificios, los empleados públicos encargados de supervisar la aplicación de las normas y que por corrupción o manifiesta negligencia planificaron este “asesinato a futuro”.
Lo que ha ocurrido en el país con los fuertes sismos que nos han cimbrado en las últimas décadas es que han puesto a prueba a edificios, casas y construcciones en general… y han salido bien librados.
Esto habla bien de los ingenieros civiles, arquitectos, supervisores, empresarios de la construcción, del Colegio de Ingenieros y de Arquitectos y de quienes deben velar por la correcta ejecución de los planos. Esto tiene especial relevancia ahora que la región metropolitana se está volviendo cada vez más vertical.
Cuando ocurren estas cosas uno da gracias a profesionales que simplemente hacen bien su trabajo, que no ven como atributo la honestidad, sino como un principio natural y arraigado a su conducta. Este tipo de persona es la que no comete nunca la torpeza de jactarse de su responsabilidad y honestidad.
Uno se pregunta ¿por qué los ingenieros civiles, empresarios y profesionales que diseñan, construyen y supervisan edificios, lo hacen bien y con honestidad, mientras los que diseñan, construyen y supervisan carreteras están estigmatizados por sus fracasos y deshonestidad?
¿Qué hace que esta confluencia de individuos diseminados en instituciones públicas y privadas que asumen tareas de relevancia nacional logren estructurar una red virtuosa?... ¿o que otros, por el contrario, confluyan para crear una red viciosa?
El responder con precisión a esos interrogantes nos dará la luz necesaria para revisar muchas de nuestras redes enfermas. Pero será en otra oportunidad.
Hay algo agradable en todo esto: para enfrentar nuestros problemas no siempre tenemos que mirar hacia afuera, ni tenemos que autodescalificarnos, ni debemos perder la esperanza. No podemos dejar la vía libre a ese ejército de termitas que sin duda nos destruye mucho más que cualquier terremoto.
Arturo Jofré
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