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Es el modelo de desarrollo

Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 28 abril, 2016


 Bien pudiera estar próxima la ruptura de los equilibrios sociales que han posibilitado a Costa Rica diferenciarse de la deprimente realidad social del vecindario

De cal y de arena

Es el modelo de desarrollo

No es de hoy ni de ayer. El debate sobre los logros y las fallas del modelo escogido por nuestro país para promover el desarrollo económico está presente desde hace rato sin haber conducido a la decisión de consolidar unos y corregir otros, probablemente porque no se ha articulado la coincidencia del propósito reformador en las esferas del poder político. El modelo económico —o estilo de desarrollo, como prefiere llamársele en los trabajos del Estado de la Nación— ha demostrado ser virtuoso para producir riqueza mas no para distribuirla. Cosechamos los beneficios de la “nueva economía” con sus mejores oportunidades para el emprendimiento y el empleo, en contraste con la realidad de la “vieja economía”. De un lado, un dinámico sector exportador y generador de servicios que se beneficia con un decidido apoyo institucional, exenciones de impuestos y trato diferenciado en rubros componentes de sus costos. De otro, los amplios segmentos de la economía estancados, con bajos niveles de productividad y que a pesar de generar alrededor del 60% de la mano de obra son mirados con displicencia por un Estado que sabe (y no ignora) de la presencia de la pobreza, el desempleo y la desigualdad en cifras virtualmente inmóviles porque los remedios que ha ensayado han fallado. Bien pudiera estar próxima la ruptura de los equilibrios sociales que han posibilitado a Costa Rica diferenciarse de la deprimente realidad social del vecindario. Para anticipar un colapso hay que perderle miedo al debate y puntualizar cuáles son las reformas al modelo económico y a la estructura del Estado pendientes a fin de materializar los cambios. Así lo ha vuelto a advertir el expresidente Rodríguez Echeverría (leerlo en CRHoy, abril 8) a quien traigo a cuento porque, estando libre de toda sospecha marxistoide que pueda deslegitimar su autoridad, su experiencia política y su dedicación académica, podría encaminar la promoción de un acuerdo nacional a este respecto.
Rodríguez aboga por ajustar las instituciones y las políticas económicas. Y sobre las bases de la apertura de la economía, el fomento de la inversión privada y la diversificación de la cartera de ofertas, habla de emprender las reformas presentes en el modelo que a varias décadas de su creación, evidencia estar distorsionado por su dualidad y sobrevivir por obra de un régimen impositivo especial pesado para las finanzas públicas, además poco encadenado con el resto de la economía. Se parió el modelo sin imaginar que con los años iba a estar asentado en los regazos de un Estado que atiende ineficientemente sus tareas (graves falencias en salud, educación e infraestructura), que se sofoca en una grave crisis fiscal y que ha sido impotente para encarar los desafíos de la pobreza y el desempleo. El llamado que reactiva el expresidente puja por mayor productividad en los sectores público y privado. Llega como una invitación oportuna a fijar posiciones sobre el modelo de desarrollo y sobre la forma de acometer sus modificaciones. No vaya a ser que la perpetuación de sus falencias nos conduzca a un fatal tropezón, sin haber entendido —como lo advertía aquel eslogan de la campaña de Bill Clinton en 1992 aquí parafraseando— que lo que falla “es el modelo, estúpido”.

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