Un 1° de mayo muy oscuro
Alejandro Madrigal [email protected] | Viernes 05 mayo, 2017
Entre las aulas y las calles
Un 1° de mayo muy oscuro
Para quienes creemos en la política limpia, inclusiva y respetuosa de la gente, este 1° de mayo fue tal vez el más oscuro de los últimos años. Vimos muchos de los peores rostros que puede tener un diputado o diputada y vimos varios de los vicios más desagradables de la práctica política.
En primer lugar, tuvimos al mayor partido de oposición haciendo lo que ya para ellos es típico: ser contradictorios entre lo que dicen y lo que efectivamente hacen. El PLN es el principal (aunque no el único) responsable de haber elegido al primer clérigo evangélico presidente de la Asamblea Legislativa. En términos de avance histórico de los derechos humanos y sobre todo de la conquista que ha representado para las sociedades occidentales el separar Iglesia de Estado (porque la Iglesia es de algunos y el Estado es todos) representa un gigantesco retroceso a años más oscuros. El principal motor de esta acción fue el ahora candidato liberacionista a la presidencia de la República, quien durante la precampaña que ganó recientemente trató de pintarse de progresista, de líder renovado y fresco, que apoya derechos humanos y ciertas libertades individuales. Lo cual entra en absoluta contradicción con haber impulsado a un sucesor abiertamente contrario a toda libertad individual o del saldar las deudas en derechos humanos que siguen pendientes con tantas poblaciones vulnerabilizadas. En suma, con un historial manchado a nivel judicial, reconocidamente machista, homofóbico y acostumbrado a practicar política golpeando a las personas con el texto bíblico.
Además de ser esto una excelente muestra del doble discurso de don Antonio Álvarez Desanti; es un ejemplo más de por qué, así como los clérigos católicos no pueden ejercer puestos de representación popular, tampoco deberían poder clérigos de otros credos. Sus prácticas y vicios terminan siendo los mismos y buscan aliarse con los partidos tradicionales y añejos para impulsar su agenda llena de odio y discriminación.
No es inexplicable para mí que todavía tantas personas de la generación de don Antonio continúen en ese mismo estilo deshonesto de hacer política. Lo que me es inexplicable es que tanta gente joven, con una línea de pensamiento distinta, siga permaneciendo en las filas de ese partido, siga justificando ese estilo de hacer política o siga pensando ilusamente que harán un cambio en un partido que es intrínsecamente deshonesto, conservador y que busca el beneficio de unos pocos a costa del de muchos.
Para añadir a ese panorama desalentador, tenemos un segundo gran responsable de los hechos del 1° de mayo. Inesperadamente, la mayor fracción de izquierda que ha tenido Costa Rica en su parlamento también contribuyó indirecta pero evidentemente a elegir a Gonzalo Ramírez. Una combinación de factores entre negligencia, testarudez, inflexibilidad y desconocimiento de la norma. Vicios de una naturaleza distinta a los del PLN, pero vicios, a fin de cuentas. Nada esperables de actores que aspiran a ser agentes de cambio e impulsores progreso social en el país. Como votante del Frente Amplio en los últimos procesos electorales, me indigna que el ignorar los procesos o la simple intransigencia de no apoyar al diputado Solís, con el que hay muchísimas más coincidencias, lleve a cinco de los integrantes de la fracción frenteamplista a ser indiferentes y terminar regalándole votos indirectamente al diputado González, con el que el Frente Amplio resulta totalmente antagónico. Indefendible.
Por un lado, quedó en evidencia la falta de preparación de la jefa de fracción que enhorabuena renunció poco después, y por el otro, que la fracción cuenta con algunos diputados obtusos de la tesis “todo o nada”. Al menos no toda la fracción cabe dentro de este saco, y cuatro de ellos sí tuvieron la sensatez de apoyar al diputado Solís con la claridad de que hay una diferencia sustancial entre él y el diputado González; o de que, aunque existe aversión hacia él, claramente sería el menor de los dos males. La política del “todo o nada” es autodestructiva y difícilmente llevará a gestar los cambios y trasformaciones que el país necesita. Es una lección para quienes nos consideramos progresistas y buscamos un país sin privilegios para pocos y con derechos garantizados para todos.
Además de ello, queda el reto de pulir estas y muchas otras herramientas en la práctica política: identificar aliados, trabajar uniendo esfuerzos, alejarse de protagonismos mesiánicos y reconocer la importancia de las pequeñas conquistas. Tanto el Frente Amplio como el oficialismo han logrado crecer en muchas de estas dimensiones, además de que este último fue el actor que mayor sensatez y transparencia mostró en torno la elección del Directorio Legislativo; aunque ambos se quedan cortos en tantas otras en la que los partidos tradicionales llevan ventaja. Ese crecimiento es indispensable para seguir caminando hacia un país en el que quepamos todos.
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