El problema es político
Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 24 enero, 2013

Resulta imperativo priorizar la depuración de los partidos, sanearlos, devolverles su identidad esencial y su vocación legítima de servicio
De cal y de arena
El problema es político
A doña Laura le quedó grande la camisa de la Presidencia de la República. Al grueso de los diputados también. En una maniobra de distracción repetida e intensamente sostenida se procura desvanecer esta realidad. Se quiere hacer creer que la nave del Estado se ha varado a causa de lo que se describe como obsoleta estructura institucional y enmarañado fardo de disposiciones constitucionales y legales, siendo la astenia política la raíz del problema.
Se predica, entonces, la necesidad de cambios de fondo en la presencia y competencias de las instituciones del Estado y en el marco jurídico, allí donde se segregan poderes y se reasignan facultades bajo una concepción de frenos y contrapesos que hoy se tiene como perniciosa.
Así, de un modo tan artificioso, se crea la ficción de que basta con una reforma del Estado, sus instituciones y las leyes que le gobiernan, para que el país quede en la ruta de la salvación o, al menos, de la esperanza de que con una nueva definición institucional y jurídica “se va a poder gobernar y se va a mejorar la calidad de nuestra democracia”, como lo dijo la propia mandataria a la prensa.
Se está evadiendo el problema político y solo se habla de cambios institucionales y jurídicos. ¿No estaríamos mejor con un Presidente de reconocida pericia política y con una Asamblea reñida con la mediocridad y la impudicia?
La respuesta es obvia, mas no es este el punto en debate sino más bien demostrar al costarricense que además del exorcismo en los partidos y de la depuración de los mecanismos de elección popular, hay que modernizar mucho del aparato estatal.
Los valiosos aportes hechos por la Comisión de Notables y por otros movimientos igualmente preocupados por sacar al país del marasmo institucional, son en muchos aspectos acertados. Pero están expuestos, evidentemente, a la contaminación con el germen de la desconfianza reinante entre los ciudadanos.
El vacío político que vive Costa Rica tiene su domicilio en los partidos políticos; no es un problema de leyes. Son, los partidos, la vía de acceso a la gobernación del país y en el tanto estén sumergidos en crisis, cojearán las instituciones y la calidad de la democracia y el ciudadano les hará el vacío.
Resulta imperativo, entonces, priorizar la depuración de los partidos, sanearlos, devolverles su identidad esencial y su vocación legítima de servicio.
Será entonces cuando el ciudadano recupere confianza en ellos y se apreste a dar cumplido al precepto constitucional de una democracia participativa.
Tengo claro que las reformas modernizadoras del ordenamiento jurídico y del aparato institucional del Estado van a ganar categoría de viables cuando “el soberano” las dé por necesarias y pertinentes, no exclusivamente los desacreditados partidos. Será de interés, entonces, para los promotores del cambio estimular la difusión y el análisis de las propuestas, sobre todo en los medios audiovisuales, para ampliar la base de apoyos.
Álvaro Madrigal
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