De cal y de arena
El dinero del narco
Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 02 junio, 2011

De lo que no hablan los banqueros (ni los del sector público ni los del sector privado) es del gravísimo problema que sí plantea la Embajada de los Estados Unidos en diversas comunicaciones con el Departamento de Estado, acerca de la importante dimensión que han adquirido en Costa Rica el lavado de dinero y la transferencia de drogas, cuestión que figura en una serie de mensajes divulgados por WikiLeaks enclavados entre 2007 y 2009.
El tema brota irremediablemente a la hora de buscarle explicación al extraño comportamiento de la moneda nacional, que resulta revalorizada por consecuencia de la conversión de divisa extranjera a colones en masivas cantidades para sacar ventaja de las atractivas tasas de interés locales. Al menos así lo plantean los banqueros en sus sesudas reflexiones ante periodistas acríticos que no cuestionan tal interpretación, difícilmente compatible con la realidad circundante: desarrollos urbanos faraónicos, edificios majestuosos desocupados y una economía ralentizada. Todo, en medio de un aluvión de informaciones que dan cuenta de un cuantioso trasiego de drogas y de la presencia de importantes cárteles dedicados al narcotráfico, que sacan ventaja de la subestimación en grado alarmante de los valores tradicionales de la sociedad costarricense, deformación que toma el nombre común y corriente de corrupción.
Este es el contexto que induce a pensar que más que por un mero afán lucrativo del inversionista que quiere ampararse a una mejor tasa de interés, el colón se revaloriza por efecto de los movimientos de las redes del narcotráfico (con droga y con divisas).
“En Costa Rica se negocian y trafican más de 50 toneladas de cocaína al año”, sentenció recientemente Fernando Berrocal, exministro de Seguridad Pública, denuncia estremecedora y grave que no ha tenido eco en el gobierno. Días antes el expresidente del Banco Central, Eduardo Lizano, insinuó que el tipo de cambio puede estar negativamente afectado por el lavado de dinero sucio y el exceso de dólares. Años más atrás Ana María Salazar, subsecretaria de Defensa de Estados Unidos, advirtió del peligroso rumbo que tomaban las cosas en Costa Rica, al tono de los acontecimientos en Colombia, y de la corrosión que mostraba ya el Estado de derecho.
Alvaro Ramos, analista agudo y bien informado, denunció hace rato la mancuerna de los narcotraficantes mexicanos y colombianos en territorio costarricense como su hospedero. La inminencia del peligro la acusaba Luis Paulino Mora, presidente de la Corte Suprema de Justicia (Foro sobre Corrupción e Impunidad, 1967) al señalar ese entorno amenazante para las instituciones democráticas y la pureza de las campañas políticas.
Abundan las evidencias y las advertencias. Sin embargo, la sociedad costarricense no reacciona conforme a la gravedad del problema por la presencia del narcotráfico y las redes de lavado de dinero aquí, con profundas raíces y extendidas ataduras. La revalorización del colón que desvela por sus efectos en la economía, tiene que ver con esto. Bien harían los empresarios que exportan y que se suponen ilustrados, en dejar de caracterizar el valor del colón como una cuestión de política monetaria. ¡Quitémonos, todos, la venda de los ojos!
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