Dejar malos amores siempre, es difícil…
Iris Zamora [email protected] | Lunes 29 mayo, 2017
Dejar malos amores siempre, es difícil…
Era miércoles, el sol se había ensañado de manera grosera, luego de grabar, ir a hacer pagos, y equivocarme de día, para la cita en la Clínica Renovatium en Escazú, la opción que me quedaba era el regreso, casi suplicaba al cielo por lluvia… el aire acondicionado del auto no ayudaba a bajar aquel inusual calor. Luego de subir el puente Juan Pablo II, esperé ver la acostumbrada presa endemoniada que arranca frente al Hospital México, para mi sorpresa no tuve que quedarme al final del puente, como es tradicional, esperando pacientemente a que la presa se moviera. Había vehículos, bastantes, pero transitaban a una velocidad de 40 km por hora. Revisé el velocímetro varias veces, era real, estaba feliz, de esa manera no se me iban a cocinar las piernas por el inclemente sol. Casi al instante estaba frente al barrio Rositer Carballo. De pronto la nueva estructura del puente Alfredo González Flores la tenía frente a mis ojos. Abierto en el sentido San José-San Ramón a tres carriles, no pude evitar mirar hacia la izquierda, los que venían en el sentido San Ramón-San José, también lo hacían por tres carriles, sonreí. Yo no bajé la velocidad, como lo hicieron los choferes de los dos carriles restantes, al ingresar al puente pisé el acelerador, y subí hasta estar frente al Castella, aplaudiendo, confieso a 80 km por hora.
Supe más tarde que se había abierto el nuevo puente desde las 12 del día. Sentí un gran triunfo. Ciertamente es un puente que no tiene 200 metros de largo, que no es el Golden Gate, ni el puente de Brooklyn, ni por asomo el majestuoso puente Danyang Kunshan de 160 km entre Shanghái y Nanjing. No se trata de la represa del Reventazón, construida por el ICE, con mano de obra tica, con diseño tico, con ingenieros ticos graduados de las universidades estatales ticas… no, ciertamente no es un monumento de la ingeniería. Solo es un puente, por el que transitan más de 90 mil vehículos diarios, el principal ingreso y salida de nuestra ciudad capital, solo es un puente que había alterado no solo el tránsito en la GAM, sino la calidad de nuestras vidas.
Entiendo que para muchos josefinos, es intrascendente esta obra, pero para quienes vivimos en San Ramón por ejemplo, o viven en Grecia, o Palmares, o viajan desde San Carlos, ese paso se había convertido en un tormento. Para los que vivimos en San Ramón, tres horas para llegar a trabajar a San José, y cuatro horas de regreso a casa. Reconozco que lo políticamente correcto es ningunear la obra, politiquear con el puente, minimizar el cumplimiento de una meta, hablar del atraso de tres meses, sin siquiera sonrojarse, cuando no pudieron hacerlo en siete años. Lo entiendo, así es como vivimos las campañas electorales, así es como hacemos “política”. Así es como se es “oposición” en Costa Rica. Se nos hace difícil reconocer el éxito de los otros, más aún, si nosotros no pudimos lograrlo. La mezquindad disfrazada de sorna, nos es propia. Funcionamos desde el ego, no desde el espíritu.
Claro, la presa continuará en las cercanías del Juan Santamaría, en Manolos, seguramente en Curri, y en Desamparados, en San Pedro… pero tenemos dos presas menos, en el puente Yolanda Oreamuno y en el puente Alfredo González Flores.
¿Cuál fue el éxito de esta obra?, —acepto que para muchos no significa nada— Parto de los que como yo, sin ser PAC, sin haber votado por el presidente de la República Luis Guillermo Solís, no tenemos ningún problema en reconocer que su empeño fue más grande que la pereza, la impericia, la negligencia, o “mala fe”, del aparato burocrático que nos carcome.
El éxito es que pudimos romper con el paradigma estructural y mental, del “NO SE PUEDE”. Aquí nada se mueve, como diría hace algunos años el economista Eduardo Lizano, damos pedal en una bicicleta estacionaria. Obviamente podemos sudar, agitarnos, y parecer que nos movemos. No, no nos movemos. El entrabamiento es de tal magnitud, que cualquier funcionarito de pipiripao, se da el “gusto” de detener cualquier avance, reclamando cumplimiento de algún inciso, de algún artículo inventado para detenernos, dizque para control, y transparencia.
Escucho a algunos “influencer” (palabreja que hay que usar para estar “in”) decir que le seguirán diciendo al puente nuevo, “platina”. No es fácil aceptar que la situación cambió, que el viejo amor obsoleto, e ingrato ya se terminó. La “novia” llamada platina, nombre que les gusta tanto, se murió, los dejó, los abandonó para siempre ¡Ánimo muchachos la vida continúa! Si esta pérdida les resulta cruel, si necesitan ayuda psicológica; búsquenla por favor, tiene una hermosa vida que les espera, sin presas por el Virilla. Sin embargo, si padecen de necrofilia, si el daño mental es tan severo, quizá puedan visitar alguna chatarrera, recuperar la vieja y amada platina, llevarla a su casa y convivir con ella.
oy en su lugar hay un chavalo nuevo, remozado, llamado Alfredo.
Roto el mito, del NO SE PUEDE. Derrotada, la “incapacidad”, ya no tenemos excusas. Todo lo podemos. Los límites que tenemos como sociedad, impuestos o autoimpuestos son un lastre que nos impiden alzar vuelo. Se tardó mucho, sí mucho, desde 2009. Pero está ahí, hermosamente iluminado, nuevo, desafiante, solo tiene 160 metros de largo, es el ejemplo claro de que ya no vale la pena detenernos más. Es el impulso para que recobremos el arrojo de nuestros padres, y abuelos, para que nos pongamos a caminar en serio, sin excusas. Porque las y los costarricenses merecemos un mejor país, no solo una mejor infraestructura.
Por ahora, aplaudo de pie señor al Presidente de la República; nos recordó que siempre, SÍ SE PUEDE.
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