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Nos equivocamos con Donald Trump

Alejandro Madrigal [email protected] | Viernes 18 noviembre, 2016


Los movimientos de derecha nacionalista (como el de Trump), xenófobos y conservadores, han ganado enorme terreno en Europa y puede que no tarden en hacerlo en América Latina

Nos equivocamos con Donald Trump

El pasado martes 8 nos dejó a millones de personas con la boca abierta, tristes y pensando lo peor de la sociedad occidental y en particular la estadounidense. La lectura de miles de analistas, de líderes políticos y de casas encuestadoras estaban erradas y subestimaron el efecto que estaban teniendo la campaña y el mensaje de Donald J. Trump, quien resultó electo como 45to presidente de Estados Unidos de América.
Un empresario multimillonario, con serios tintes racistas, sexistas, misóginos y xenófobos logró la presidencia de una forma que sin duda no fue accidental ni improvisada. Trump nunca fue un torpe que no sabía lo que hacía. Lo supo desde el inicio, estuvo bien asesorado y su mensaje resonó con más de 60 millones de estadounidenses. ¿Cómo ganó? De mi columna del 2 de agosto, “Hillary Clinton no la tiene ganada”, se extrae el siguiente párrafo:
“Se ve difícil, pero no está nada imposible: Trump sin duda tendrá un arrastre fuerte en Florida, donde sacó a Marco Rubio luego de declararlo como su segundo hogar. También podría lograr fuerte apoyo en los estados del Rust Belt por su discurso económico y así ganar Ohio y Pensilvania e incluso Michigan o Wisconsin. Estos estados industriales están llenos de trabajadores de cuello azul enojados con el sistema que les ha hecho ver el cierre de cientos de fábricas y la pérdida de sus empleos. Trump puede ganar estados en esta región si logra convocarlos en masa, algunos de los cuales de por sí Clinton perdió contra Sanders, y así asegurar su camino a la Casa Blanca. Estas sin duda serán unas elecciones distintas a las anteriores”.
Desgraciadamente esto fue exactamente lo que pasó. Los trabajadores no calificados, además del enorme Estados Unidos rural, salieron a votar en masa por un disidente, un “outsider” que prometía ser la ruptura de un sistema de que los ha excluido por décadas. Solo así pudo tornar de rojo estados que no votaban por un republicano desde Reagan y Bush en los años 80 y ganar la elección cómodamente con más de 300 votos de los 538 del Colegio Electoral.
¿La cereza en el pastel? Trump gana la presidencia sin ser el candidato más votado. Ese siniestro sistema (anti) democrático causó que Hillary Clinton fuera la perdedora a pesar de que lleva para este momento alrededor de 1,5 millones de votos recibidos más que Trump. Eso no importa. Lo que cuenta es quién ganó cada estado, no a quién eligieron los 130 millones que fueron a votar. Y fue algo imposible de detectar para los cientos de encuestas, por el mismo efecto ocurrido en Colombia y en el Reino Unido: el ser Trump la opción políticamente incorrecta, esto genera que con frecuencia el encuestado se inhiba de revelar efectivamente su preferencia.
A mí no solo me asusta lo que Trump pueda hacer como presidente. Me preocupa lo que ya logró: a pesar de todos los escándalos, de su terrible irrespeto a tantas personas por su sexo, orientación sexual, discapacidad, país de origen, condición migratoria o religión; de su descarado cinismo e irresponsabilidad fiscal, de sus enormes mentiras y su llamado al miedo y al odio; ganó. Fue el más votado en 30 estados y ganó holgadamente el Colegio Electoral. Logró normalizar y extender el miedo, el odio y el irrespeto a las personas y con ello el impulso para ganar la elección.
Esto nos debe asustar porque lo acaba de pasar en EE.UU. es un síntoma de algo más grande que está pasando en muchas otras parte de Occidente. Los movimientos de derecha nacionalista (como el de Trump), xenófobos y conservadores, han ganado enorme terreno en Europa y puede que no tarden en hacerlo en América Latina también. Quienes creemos en una forma distinta de hacer política, progresista, respetuosa e inclusiva, debemos reflexionar profundamente sobre lo que puede venir para los próximos años, qué hemos hecho y para dónde vamos como sociedad.

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