Libertades cojas
Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 02 octubre, 2014

Nunca será tarde para preguntarnos si concebimos la Libertad de Expresión como piedra angular de la existencia de la democracia
De cal y de arena
Libertades cojas
Radio Monumental acaba de celebrar con pompa y circunstancia los 85 años de su presencia en las ondas hertzianas y en el conglomerado de una nación que la vio nacer con otro nombre bajo la nobleza de propósitos que dejó marcados desde su arranque aquel prohombre que fue Gonzalo Pinto Hernández.
Nos sumamos al brindis al que concurrió un selecto número de ciudadanos que no escatimaron sahumerios y sí desaprovecharon la oportunidad que propiciaba tan especial fecha para advertir las asechanzas que bordean el ejercicio del Derecho a la Información, de la Libertad de Expresión y de la Libertad de Prensa (así con mayúsculas) en una sociedad que no se ha percatado debidamente de lo que significa la enajenación de la razón de ser de un medio de comunicación periodística una vez convertido en herramienta para dominar el poder.
En el convite alguien trajo a la memoria la irrenunciable atadura que hay entre el ejercicio del periodismo y la búsqueda de la verdad. Otro más recordó el atropello de la esencia deontológica del periodismo en aquellos capítulos de nuestro periodismo en que se desató la persecución mediática contra figuras políticas que por alguna razón resultaban estorbosas.
Temas delicados ambos que debieron ser referentes para dedicarles amplias reflexiones en el contexto del aniversario.
Nunca será tarde para preguntarnos si concebimos la libertad de expresión como piedra angular de la existencia de la democracia, o si tenemos claro que si la sociedad no está bien informada no es plenamente libre, o si nos percatamos de que cuando se restringe la libertad de expresión de un individuo, no solo es el derecho de él el que se viola sino también el derecho de todos a recibir informaciones concordantes con las dos dimensiones de esta libertad: de un lado, que nadie sea arbitrariamente menoscabado o impedido de manifestar su propio pensamiento; y de otro, el derecho colectivo a recibir cualquier información y a conocer la expresión del pensamiento ajeno.
Así lo dictó la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso #OC-5-1985. Tengo claro que nuestro mundo periodístico no hace gala de obsecuencia hacia estas definiciones y que más bien está afectado porque en las capas más grandes del empresariado mediático existe una acentuada concentración de la propiedad.
Es evidente el porqué: quien controla la información también controla el acceso al poder. Y quien así concibe los medios, no repara en escrúpulos a la hora de usar la prensa para cautelar y consolidar sus intereses, de donde resulta ese cúmulo de restricciones y condicionamientos que ponen en entredicho el derecho a recibir información adecuada, veraz y oportuna, sin sesgo ni censura.
La democracia necesita de la prensa libre, de la prensa independiente, tanto ante el poder político cuanto ante el poder económico. Lástima que en torno a esta realidad no se habló ese día.
Álvaro Madrigal
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