Cuando las expectativas se cumplen
Arturo Jofré [email protected] | Viernes 28 diciembre, 2007

Hace bastante tiempo leí sobre el tema de las expectativas y sentí algo así como un escalofrío, mi primera impresión fue “cómo no leí esto antes”. Después entendí que, aun conociendo el poder de esta teoría, a veces la actividad diaria nos hace caer en la trampa y el inconsciente nos traiciona. Al estar cerca de iniciar un nuevo año, cuando buscamos nuevas formas de mejorar nuestra salud personal, recordar esto nos ayuda.
Robert Rosenthal, profesor de Harvard, ha demostrado que la expectativa de un profesor sobre la capacidad intelectual de sus alumnos puede transformarse en una profecía que se cumple. Rosenthal dividió a estudiantes de preescolar en dos grupos. En el grupo A los profesores fueron inducidos a creer que sus niños tenían una lenta capacidad de aprendizaje y en el grupo B los profesores fueron inducidos a creer que sus niños tenían una excelente capacidad de aprendizaje. El resultado fue que los niños del grupo B aprendieron mucho más rápido. Sin embargo, la única diferencia estaba en la mente de los profesores, ya que los niños de ambos grupos tenían similares capacidades. Las expectativas de los profesores determinaron el nivel de aprendizaje de sus estudiantes.
Después se han realizado este tipo de experimentos con adultos y en empresas con supervisores y trabajadores, siendo los resultados muy similares. También los padres pueden influir en la conducta de sus hijos por medio de sus expectativas.
En realidad la idea de que las expectativas de una persona puedan llegar a ejercer una gran influencia en el comportamiento de otra, tiene su base en la mitología griega. Pygmalion esculpió una estatua de una bella mujer de la cual se enamoró, lo que hizo que Venus liberara a la estatua y que esta adquiriera vida. Así nace la profecía de la autorrealización, es decir, de las expectativas que se cumplen.
Las expectativas son difíciles de ocultar. El silencio, más que las palabras, puede transmitir con mucha fuerza las expectativas. No es lo que se dice, sino la forma cómo nos comportamos. En la obra “Pygmalion”, de George B. Shaw, esto se refleja en las palabras de una joven florista: “la diferencia entre una dama y una muchacha vendedora de flores no está en su manera de comportarse, sino en la forma que se le trata. Yo seré siempre una florista para el profesor Higgins, porque siempre me trata como una florista, y para usted siempre seré una dama, porque me trata como una dama”.
Recientes investigaciones han ahondado en los casos en que, a pesar de las altas expectativas, no ha habido una respuesta satisfactoria. El profesor Warren Schmidt indica que es relevante en los resultados la “autoexpectativa” del estudiante o empleado sobre su capacidad de logro. Lo curioso es que los investigadores, al analizar con detención el mito griego y la obra de G. B. Shaw, se dieron cuenta de que en ambos casos también estaban implícitas estas autoexpectativas, solo que en las primeras investigaciones se habían omitido.
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