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Las sectas y la juventud

Arturo Jofré [email protected] | Viernes 12 abril, 2013


Es una industria (la de las sectas) que esclaviza y destruye. Felizmente hay investigación valiosa que debería ser ampliamente divulgada


Las sectas y la juventud

Uno de los tantos peligros que rodean a la juventud actual y a no pocos adultos ya maduros, es el atractivo de las sectas. Este fenómeno ataca en todo tipo de sociedades y sus consecuencias pueden ser fatales para los que caen en sus redes.
Obviamente Costa Rica no es una excepción, aunque no es fácil saber cuántas de ellas funcionan activamente, en casi ninguna sociedad se cuenta con información de este tipo.
Los que han investigado este tema señalan que las sectas saben perfectamente cómo llegar a sus víctimas potenciales, cómo retenerlas y cómo transformarlas hasta hacerlas totalmente dependientes a los deseos del líder.
El líder se autodesigna y generalmente es un tipo carismático, decidido, dominante, que busca dinero y placer.
Una característica típica de las sectas es su triple moral, el líder predica pero no practica, está revestido de una inmunidad especial, son los miembros los que están obligados a practicar rigurosamente las normas que el líder les impone. Para los nuevos entrantes se aplica un tercer set “transitorio” de normas morales.
La primera tarea de una secta consiste en reemplazar las creencias y valores de los nuevos miembros. Una vez que estos muestran incondicionalidad a los nuevos valores, son manipulados y explotados.
Es común que muchos de los adeptos abandonen sus estudios, su familia, sus amigos. Se transforman en verdaderos esclavos de un líder altamente negativo.
Si bien las sectas han existido desde tiempos remotos, la mayoría de los estudiosos de este fenómeno coinciden en que la proliferación moderna de las mismas se inició hace medio siglo. Aunque las sectas nacieron atrayendo a los jóvenes, posteriormente se orientaron a captar gente de todas las edades y condiciones.
No hay un tipo de persona más propenso a ingresar a una secta, la gran mayoría de quienes lo hacen son personas “normales” indican los investigadores.
Sin embargo, hay factores de vulnerabilidad que pueden predisponer a una persona a ingresar a un grupo de este tipo: una persona agobiada, estresada, desconcertada, sola, indiferente, desinformada, fatigada o en periodos de crisis personal.
¿Por qué este tema? Porque me siento culpable de no haber hecho lo suficiente.
Nunca acepté que se pusieran invitaciones en un centro educativo a conferencias filosóficas, de cómo afrontar crisis personales, de sabiduría antigua, como un antifaz para llevar a jóvenes a charlas-anzuelos, ya que eran organizadas por sectas reconocidas internacionalmente como dañinas. Pero se podría haber hecho mucho más.
En los colegios y universidades estos temas deben tratarse y discutirse, es la mejor prevención, ya que estamos frente a un peligro público que anula a las personas y lleva mucho dolor a las familias.
Es una industria que esclaviza y destruye. Felizmente hay investigación valiosa que debería ser ampliamente divulgada. A fin de cuentas, más que un problema legal, es un problema social y cultural. Nunca es tarde.


Arturo Jofré

[email protected]

 

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