Meditando el voto 2022
Emilio Bruce [email protected] | Viernes 03 diciembre, 2021
Sinceramente
No hay acción ni omisión que no tenga consecuencia en esta vida. No hay acto colectivo comunitario más trascendente que la designación de autoridades en una elección general y pocos actos conllevan consecuencias más duraderas y profundas para una sociedad que las derivadas de unos comicios.
Los costarricenses estamos por elegir y asumir como insignificantes las consecuencias de nuestro voto. Elegir entre estatismo y libertad de hacer o de producir conllevará enormes y significativas consecuencias. Escoger entre más estado, más gasto, más impuestos, más control, más procedimiento, trámites y libertad de producir, vivir en paz y en tranquilidad para prosperar de acuerdo a las capacidades personales es una decisión de grandes consecuencias. Votar pensando que nada pasará, que todo seguirá igual no importa quién llegue, no importa quién sea electo, no es responsable, ya que las diferentes personas y sus soluciones alternas muchas veces nos hacen encontrarnos al final del camino con lo que no queríamos. El daño estará ya hecho y estaremos contra las cuerdas cuatro años penando. Muchas decisiones son de naturaleza irrevocable sobre todo cuando votamos contra la libertad, contra la democracia, contra nuestra posibilidad de escoger hacia futuro con igual libertad que hoy lo hacemos.
Una vez más la clase política se ha separado en grupúsculos para ofrecer como candidatos a personas que también lo son a diputados. Esta división aparentemente favorece al elector que tiene de todo sobre la mesa para escoger, pero expone a la sociedad a resultados del todo sorpresivos y no deseados. Una elección no es un juego de ruleta rusa, es una decisión para construir y para resolver los problemas de las mayorías con sensatez y con seriedad.
No debemos votar por alternativas que conduzcan a la sociedad a extremos irreconciliables y a confrontaciones insuperables. ¿Qué buscamos, una confrontación social profunda? No debemos votar por quienes nos aseguran la continuidad de los vicios de la sociedad que estamos buscando erradicar. ¿Qué deseamos, una sociedad integralmente corrupta? No debemos jamás votar por quienes no enfocan problemas y soluciones ni lucen las destrezas para gobernar. ¿Deseamos acaso el caos y un gobierno de ocurrencias una vez más? Soluciones y destrezas, equipo y claridad de metas es lo que debemos perseguir y elegir.
Más de la mitad de los costarricenses no ha definido o no desea confesar a quién ha seleccionado para votar en febrero. Nunca antes hemos tenido una indefinición de esta magnitud a estas alturas y cerca ya de la elección. Conforme avanza la campaña ha aumentado la indefinición del voto lo que es la peor señal hacia quienes están buscando el voto ciudadano. Cerca de un cincuenta por ciento del sufragio es volátil por lo que la elección está resultando un juego de azar y no una escogencia producto de la meditación y de la sensatez.
La regla de decisión es y ha sido definir los problemas del país para enfocar y juzgar de manera crítica las soluciones ofrecidas. Una vez escogidas las mismas, juzgar si quienes son sus proponentes tienen las destrezas personales y el equipo capaz para adoptar dichas soluciones. No es lo mismo elegir un crítico de televisión que a una persona con la formación y destrezas justas para poner al país en marcha. No es lo mismo elegir a un francotirador que todo lo critica y busca destrozar que a un constructor que llegue a reparar, construir y edificar las soluciones para todos.
No se elige para buscar preservar la libertad y la democracia a quien busca destruirla. No se elige a quien busca el estatismo, la tramitología y el control sobre los ciudadanos para hacer producir al país. Se escoge siempre a personas honestas y comprometidas con las soluciones de los problemas nacionales. Se escoge a personas con capacidad. Se escoge a personas con destrezas para corregir y solucionar los problemas del presente y del futuro. Se escoge a quien tenga el equipo de patriotas más completo y más sólido para salir de la crisis en que estamos, no a quien hable bien, tenga buena imagen, o sea vehículo de castigo o venganza por lo que estamos viviendo.
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