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Lunes, 17 de marzo de 2025



COLUMNISTAS


La evolución reciente de nuestra democracia

Miguel Angel Rodríguez [email protected] | Lunes 17 marzo, 2025


La evolución de nuestra democracia es más que bicentenaria. Se origina ya con la respuesta a la noticia de Independencia que les llegó de Guatemala que dieron aquellos humildes, y muy mayoritariamente iletrados, antepasados nuestros que vivían aislada y muy pobremente en nuestro territorio. El Pacto de Concordia, nuestra icónica primera constitución fue una respuesta democrática de los legados de los pueblos que inició la construcción de nuestra democracia.

Pero como toda sólida construcción social, la democracia costarricense fue madurando con los años.

Y como construcción humana es imperfecta y puede sufrir retrocesos y hasta perderse. Lo que incluso con mayor posibilidad puede afectar a la democracia liberal, ya que descansa no solo en un sistema electoral confiable y en un estado de derecho sólido, sino también en una sociedad dispuesta a defender su existencia.

Por eso vale la pena periódicamente auscultar la salud de nuestra democracia.

Resultados Globales

The Economist hace un par de semanas dio a conocer su Índice de Democracia correspondiente a 2024. Por lo que esta es una buena ocasión para hacerlo.

En la presentación de esos resultados y con relación a 2024 señaló este índice: “Se emitió alrededor de 1.650 millones de votos en más de 70 países. Sin embargo, aunque nunca había habido tantas elecciones democráticas en un solo año, 2024 también trajo grandes desafíos. … la democracia global está en peor estado que en cualquier otro momento en los casi veinte años de historia del índice.”

Este índice inició en 2006 y desde entonces hace referencia a 165 países y 2 regiones: Hong Kong y Palestina. Esta formado por información de 60 variables que se agrupa en 5 subíndices, que se miden de 0 a 10, y tienen igual ponderación en el resultado global: 1) Procesos electorales y pluralismo; 2) Funcionamiento del gobierno; 3) Participación política; 4) Cultura política y 5) Libertades civiles.

En 2024 el índice global y todos los 5 subíndices tuvieron la más baja calificación de los 19 años. El resultado global alcanzó su mayor nivel en 2015, y desde entonces ha caído en todos los años, salvo en 2018 que permaneció sin cambios y en 2022 que aumentó el mínimo, de 5,47 a 5,48.

El índice divide a las naciones en cuatro categorías: democracias plenas, democracias defectuosas, regímenes híbridos y regímenes autoritarios. De los 167 países y regiones solo 25 este año son democracias plenas, y solo representan el 6,6% de la población. En el primer año, 2006, después de la ola democrática de finales del siglo pasado el numero de democracias plenas fue el mayor de la serie, 28. Pero bajó a solo 19 en los dos años 2016 y 2017. Este año aumentó en uno. El deterioro democrático se perfila a lo largo de los años. En 2006 la suma de democracias plenas y defectuosas fue de 82, cifra que nunca se ha vuelto a alcanzar y el año pasado fueron solo 71, la menor cantidad de la serie.

Por su parte los regímenes autoritarios iniciales fueron 55 y en 2024 fueron 60, su número más alto. Además, las calificaciones señalan que los autoritarios se han vuelto más autoritarios.

En América el año pasado solo clasificaron 3 democracias plenas con las siguientes calificaciones: Canadá (8,69), Uruguay (8,67) y Costa Rica (8,29). La mejor calificación la tuvo Noruega con 9,81, país que ha mantenido siempre ese primer lugar.

El descenso del índice para América Latina y el Caribe en 2024 fue menos pronunciado que en años recientes. Pero la publicación del Índice nos dice: “la salud de la democracia en la región se encuentra en un estado precario. Solo cinco de los 24 países incluidos en el índice mejoraron sus puntuaciones, mientras que 17 sufrieron retrocesos y dos se mantuvieron estancados. Uno de los desarrollos más preocupantes es el creciente apoyo popular a líderes autoritarios, a pesar de su desprecio por las normas e instituciones democráticas.” Y destaca la creciente polarización, que se agrava por la cultura política tan baja que prevalece en la región.

Costa Rica

Ciertamente es motivo de orgullo estar entre las 25 democracias plenas. Salvo en los años 2015, 2016 y 2017 siempre hemos estado en esa honrosa categoría. En las mediciones de los dos últimos años hemos alcanzado las mejores calificaciones y la mejor posición en el ranking, la numero 19.

En el subíndice en que mejor hemos clasificado es en Proceso Electoral y Pluralismo, donde todos los años hemos alcanzado una calificación de 9,58. También alcanzamos muy elevada calificación en Libertades Civiles con 9,12 e incluso en 2019 y 2020 tuvimos una mejor calificación que en Proceso Electoral y Pluralismo, pues fue de 9,71.

En los otros tres subíndices tenemos calificaciones notablemente menos favorables. En 2024 los resultados fueron en Funcionamiento del Gobierno 7,86, en Participación Política 6,67 y en Cultura Política 7,50. Esta circunstancia nos señala los campos que merecen mayor atención para fortalecer nuestra democracia.

Los tres merecen ser atendidos porque se relacionan con la debilidad de las democracias que destaca el Índice de Democracia 2024: falta de aprecio por la democracia por defectos de su funcionamiento. La presentación del Índice relaciona esta falta de aprecio por la democracia a desatención a las inquietudes, enojos y frustraciones de sus ciudadanos por parte de los partidos y de sus candidatos y representantes electos.

En nuestro país se refleja con claridad en encuestas de opinión la insatisfacción con los resultados del gobierno, incluidos no solo los servicios que prestan el Poder Ejecutivo y los entes descentralizados, sino también el sistema de justicia y el parlamento. También es notoria la disminución en participación política que se da en este siglo simultáneamente con el surgimiento del multipartidismo y la fuerza de la antipolítica que afecta la cultura política de los ciudadanos.

La preservación y el mejoramiento de nuestra democracia nos exige ser leales con las acciones de nuestros antepasados.

Para ello en relación con el funcionamiento del gobierno debemos promover mayor eficiencia, lo que sin duda requiere importantes cambios institucionales, políticos y administrativos.

Para aumentar la participación ciudadana es preciso vivir con menor polarización y una conducta constructiva y de solidaridad por parte de los partidos que promueva la participación ciudadana y rescate la representatividad de esas instituciones.

Y respecto a la cultura política es necesario combatir y castigar la corrupción, mejorar la enseñanza de cívica y el aprecio a nuestro desarrollo institucional en la educación pública y rescatar la tolerancia y el buen trato entre el gobierno y los ciudadanos, entre los políticos y partidos políticos y entre los ciudadanos.

En el pasado incluso después de enfrentamientos en que ha corrido la sangre hemos logrado vencer enormes dificultades y generar progreso y desarrollo democrático. Lo hicimos con la solución costarricense: prevenir los problemas y juntos construir y ejecutar soluciones. Si no lo hacemos el populismo antidemocracia-liberal puede ser la dolorosa respuesta.

Ahora es el turno de las generaciones actuales.

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