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Domingo, 9 de marzo de 2025



COLUMNISTAS


Empresas contagiosas

Luis Mastroeni [email protected] | Viernes 07 marzo, 2025


Las empresas que se comportan de forma responsable, miden sus impactos y hacen algo para hacerse cargo de ellos, tanto de los positivos, como de los negativos, llegan a un punto en el que se preguntan: ¿hasta dónde vamos a llegar?; ¿cuándo veremos los frutos a gran escala de esto que hacemos?

Las preguntas tienen sentido. Ante ellas, la respuesta fácil de que todo esto se hace para seguir siendo viables en un mundo que cambió se queda corta. Hay otras respuestas que pueden ser más profundas y satisfacer los deseos de la Junta Directiva o los accionistas que desean ver consecuencias positivas a mayor escala.

Las organizaciones que maduran sus estrategias de negocios responsables nunca paran. Y no lo hacen, porque siempre hay retos, impactos, mejoras que hacer. Sobre todo, si hay una consciencia clara de que solo el hecho de existir como compañía genera impactos sobre los ecosistemas y la sociedad y hay que hacerse cargo para que nunca se afecte el equilibrio y podamos tener un lugar próspero donde la vida sea posible.

Otra respuesta a esta primera pregunta es que se debe a llegar hasta el contagio. Con esto me refiero a que las buenas prácticas de un negocio equilibrado que mejoran la convivencia en el lugar donde opera se deben trasladar a otros lugares, haciendo protagonistas a otras empresas que quieran contribuir con esta nueva dinámica.

Cada día me convenzo más de que el cambio que necesitamos no se dará por un acuerdo en la ONU o en una COP sobre ambiente, clima o biodiversidad; será posible gracias a empresas que den ejemplo, que lideren la transformación y que contagien una forma de hacer negocios distinta, atractiva, en pocas palabras, mejor.

Las empresas contagiosas (me gusta la frase) saben que no pueden arreglarlo todo y no tienen recursos para escalar masivamente lo bueno que hacen; pero comprenden que, si lo cuentan, comparten la fórmula y narran la historia, otras se van a apuntar en esa dinámica.

Y aquí viene la respuesta a la segunda pregunta. Los frutos se empezarán a ver a gran escala como resultado de la colaboración entre todas las partes de una región, zona, comunidad o barrio. Creo que hasta ahí va a llegar el impacto.

¿Por qué no hablo de países o continentes? Porque el cambio es difícil y no es atractivo para muchas personas y organizaciones. Si bien es cierto puede ser contagioso, implica esfuerzos y sacrificios que no serán aceptados por países o continentes de forma masiva. Los cambios se harán en una escala mediana, pero contundente.

Y esto no es ser pesimista, es ser realista. Para que el negocio sea responsable con sus impactos necesita parar, repensar la manera en que hace las cosas, pensar en límites, dejar de creer que es lógico seguir creciendo infinitamente, en un mundo que es finito y a cuyos límites ya estamos llegando.

La práctica no es sencilla, pero es posible si pensamos en espacios medianos (una provincia o región a lo mejor), donde la empresa lidere el cambio, el consumidor la apoye, el gobierno contribuya y las organizaciones de la sociedad civil cooperen.

No hay que dejar de soñar con el cambio que como planeta necesitamos, pero al menos, podríamos empezar con pequeños espacios donde las cosas se hagan sin falsas promesas y con resultados contundentes y continuos generación, tras generación.

¡Vivan las empresas contagiosas!

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