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Desafíos para las mujeres en el cine

Redacción La República [email protected] | Miércoles 15 marzo, 2023


Antonella Sudasassi


Antonella Sudasassi

Directora & Productora

En los primeros 70 años del cine costarricense no hubo ni un solo largometraje de ficción dirigido por una mujer. En las últimas dos décadas, el cine nacional ha visto más de 25 películas de ficción realizadas por mujeres. Sólo en el 2019, cuatro largometrajes dirigidos por mujeres llegaron a los festivales más importantes del mundo: Berlín, Cannes, Sitges e IDFA. Y en el último año, las películas dirigidas por Nathalie Álvarez y Valentina Maurel ya suman más de 50 premios internacionales.

¿Qué ha cambiado? ¿Existe ya una paridad de género en el cine? ¿Cuáles son los retos o desafíos que seguimos teniendo las mujeres que lideramos proyectos cinematográficos?

En los últimos años en Costa Rica hemos visto un cambio importante. Mujeres que nos adentramos en un mundo tradicionalmente masculino, con miradas diferentes, proponiendo narrativas y estéticas distintas, contando historias íntimas y cercanas a nuestras realidades, realidades que nunca habíamos visto en pantalla. Hasta ahora.

Responder por qué se ha dado este cambio es difícil. Una educación inclusiva, un mayor acceso a la tecnología y una sociedad más consciente de los sesgos de género podrían ser factores determinantes en este cambio.

Sin embargo, ¿se podría hablar de paridad de género en el cine? Lamentablemente no. Si bien Costa Rica es excepcional en cuanto a la producción y al éxito de las mujeres en la cinematografía internacional, distamos mucho de poder hablar de equidad. Quedan aún grandes retos por superar.

La industria cinematográfica nacional es aún incipiente, vivir de nuestra profesión es prácticamente una quimera. Hacer cine implica sostener procesos por años casi sin remuneración. La situación es aún más compleja para las mujeres cineastas. Además de nuestro trabajo diario para sostenernos económicamente, más las labores de cuido que de forma desafortunada se nos delegan por tradición, hacer cine se convierte en un acto de coraje y perseverancia. Con jornadas de rodaje de 12 horas, 6 días a la semana, querer combinar la maternidad con la profesión es un reto aún mayor.

Nuestra participación en el cine muchas veces queda relegada a cierto tipo de posiciones y las áreas técnicas siguen siendo difíciles de conquistar. Continúa siendo usual que se recomienden en primer lugar a hombres para trabajos de mayores presupuestos.

Conversando con algunas de las colegas con las que comparto espacios de representación como la “Unión de Directoras de Cine” o la recién creada “Mujeres Cineastas de Centroamérica”, comentábamos acerca del gran desafío de la credibilidad. Con más frecuencia se cuestionan nuestras decisiones, aún si es nuestro proyecto. Cuando planteamos formas de hacer distintas a las ya establecidas (por lo general de tradición masculina), se nos invalida y obstaculiza.

Es habitual, además, que se pongan en cuestión nuestras habilidades. A una colega no le dieron un puesto de liderazgo porque se llevaba muy bien con las demás personas, cualidad que no vieron apropiada.

Es evidente que todavía falta reconocer que no existe una única manera de liderar y que se deben eliminar los estereotipos de género de las estructuras de poder. Se puede dirigir proyectos desde un lugar más horizontal, menos autoritario, más sensible y respetuoso.

Hay también otros desafíos que tienen que ver menos con la mirada ajena y más con la mirada propia. El no considerarse merecedora, el no creer en nuestras propias capacidades, el autosabotaje son algunas de las barreras mentales que aún tenemos las mujeres en estas posiciones.

Nos toca reinventar un modelo de hacer cine para que se adapte más a nuestra visión, replantear las formas de liderar y las cualidades asociadas, proponer modelos de trabajo que sean más inclusivos, compatibles con maternidades plenas y seguir abriendo nuevas oportunidades que nos permitan continuar con nuestro oficio.

Si algo he aprendido haciendo cine, es que la representación importa. Nuestras historias, nuestra voz, nuestra perspectiva importa. Estar presentes en todos los ámbitos nos convierte en poderosas agentes de cambio.







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